martes, diciembre 30, 2008

En el allá del Idilio Salvaje

En breve el año agotará las últimas horas, caerán de su árbol secas, a nutrir el humus de la memoria: a pudrir el tiempo. Comparto como último post del año un ensayo sobre el desierto y la poesía: Manuel José Othón y el Idilio Salvaje. Deseo a quien se acercó a este blog durante el 2008 un generoso 2009...




En el allá del Idilio Salvaje: Otros florecimientos

I

Puede ser: nos habitan muchos rostros del desierto. Máscaras de tierra seca, tiempo agrietado, siempre en movimiento. Diversidad es también el desierto, desde el sentido que le es impuesto a la palabra, por ejemplo, por la ciencia geográfica, hasta la metáfora que anida en la palabra misma y que nos ocupa y nos imanta con frecuencia. Esta ponencia, que no es sobre filosofía, sino que asienta insegura sus pies llenos de polvo sobre ciertas veredas poéticas, quiere referirse a una mínima fracción del enorme desierto de Chihuahua: la que se abre y es delimitada por las rutas que conectan Zacatecas y San Luis Potosí: senderos de plata ante todo, por la vocación original de minería de ambas ciudades, senderos construidos sobre la tierra ardiente y roja, que pierde su color en la medida que se vuelve Sur.
nnnnnDe Zacatecas a San Luis y viceversa: espacio que han compartido infinidad de viajantes, algunos somnolientos, otros desinteresados, y unos cuantos que se detienen y escuchan las misteriosas vibraciones que se emiten por aquí.
nnnnnDe San Luis a Zacatecas y viceversa: espacio, nudo de historia sobre el cual, está entretejida una rica tradición, que se articula en la capital potosina y se difunde hacia el norte, precursora.
nnnnnLas relaciones entre ambas ciudades son estrechas y llenas de idilios e intercambios por demás fructíferos, y una íntims filiación en coincidencias y digresiones literarias, desde finales del siglo XIX hasta la fecha: es bien sabido que el poeta jerezano Ramón López Velarde vivió en San Luis Potosí durante una buena cantidad de años, lapso en el cual aprendió y afiló sus dotes de creador y sin duda, derramó una considerable cantidad de versos entre adoquines, pilas bautismales y copas de mezcal. El otro poeta de la región, referente básico, es Manuel José Othón, potosino, nacido treinta años con un día antes que Ramón; Manuel nunca vivió en la hermana ciudad al norte, pero la conoció y frecuentó, debido sobre todo a los viajes que emprendía a las ciudades de Torreón y Saltillo y Durango, con motivo de su trabajo como legislador y leguleyo. He evitado los apelativos: el poeta laureado, el gran poeta, el excelso. Ambos autores comparten estos títulos que les otorgan los quehaceres institucionales. Más para desgracia de su obra y de sus posibles lectores, que para su provecho como figuras de efeméride y eventos oficiales; pues siempre resulta más difícil leer a una estatua que a un muerto.
nnnnnOtra muy generosa relación se estableció a inicios de los años setenta: con el arranque del programa de talleres del Instituto Nacional de Bellas Artes; el exiliado escritor ecuatoriano Miguel Donoso Pareja fue el encargado de dirigir la primera promoción de jóvenes escritores de Talleres Literarios. La sede de este taller fue la Casa de la Cultura de San Luis Potosí –ahora transformada en Museo Francisco Javier Cossío: reflexiónese la implicación del cambio de nombre de Casa a Museo. Las jóvenes promesas de la región se acercaron a trabajar y aprender la disciplina del ya maduro Donoso. De este trabajo inicial, que aglutinó jóvenes de Aguascalientes, Coahuila, Zacatecas y San Luis Potosí, pronto se dejaron ver los frutos: en 1975 el zacatecano José de Jesús Sampedro se hizo acreedor al Premio Nacional de Poesía Aguascalientes con su libro Un (ejemplo) salto de gato pinto; en 1978 el potosino David Ojeda obtuvo el Premio Internacional de Cuento Casa de Las Américas, con su obra Las condiciones de la guerra. Quiero continuar y hacer mención de ambos escritores, como una referencia importantísima para la literatura del Centro-Norte de nuestro país: Sampedro como la cabeza de un proyecto editorial que comenzó con la aún perenne revista Dosfilos, anterior a Vuelta de Paz, y contemporánea de Tierra Adentro; proyecto que se expandió a cuadernos de poesía y narrativa, que reflejaron y publicaron gran parte del quehacer literario de los talleres ya implantados en el Centro-Norte del país, durante las siguientes décadas; David Ojeda, como un incansable viajero y coordinador de talleres literarios por toda la geografía nacional arriba del trópico de Cáncer, y forjador de una segunda generación de poetas y narradores del Norte, como Luis Humberto Croswaith, Jorge Humberto Chávez, Juan José Macías y Joel Plata, entre otros.
nnnnnEl desierto y sus fracciones vueltas verbo: el desierto y sus facciones reflejadas en los rostros de los que lo habitan. De Viceversa a San Luis, de Zacatecas a Viceverso.






II

nnnnnEs en el Viceverso donde se encuentra el desierto. Esta sección del mundo sobre la cual no abunda el agua, pero es apreciada y luchada por cada uno de los seres que lo vivimos. Tierra de cactáceas y flora de voluntad resistente, abundante sobre su piel agreste, como el nopal, la biznaga, el huizache, el mezquite, el toloache, el agave; todas trenzándose, con hilos de sangre y espinas, con una fauna que está acostumbrada al milagro: coyotes, correcaminos, lagartijas: especies que aceptan la sequedad, pues saben que tras ella está esperando lo húmedo, siempre a manera de revelación, de sorpresa y de muerte.
nnnnnEs ahí donde podemos acercarnos al desierto y darle su justo valor, acuñarle y brindarle nuevas semillas para volverse otra metáfora. De la Naturaleza a la palabra. Es el desierto entonces, el lugar donde acaece el milagro, es el nicho del Acontecer mismo. El desierto es un espacio donde hay presencia acechante de la Muerte: sí, en la aridez aprendemos, sabemos y custodiamos íntimamente la experiencia, la posibilidad de la muerte. Cada uno de los seres que habitan el desierto entiende su finitud ante la clara intuición de lo que niega la vida.
nnnnnY lo que posibilita también la vida, esa “excentricidad de la materia” acompañando a Cioran, es también la muerte, y sobre ambas florece el milagro. Es el desierto el telar para éste, para la espera de la lluvia, para el florecimiento no deseado, ni esperado, y por tanto más hermoso y certero: la flor de una cactácea es un latido profundo de lo sublime.
nnnnnQuisiera introducir un tercer mojón geográfico que sirva como acompañante o vigía, para delimitar con mayor certeza un área geográfica y metafórica: se trata de Real de Catorce, pueblo minero al Noroeste de San Luis Potosí, hasta hace poco enfantasmado y sin habitar, que ahora es repoblado por una oleada new age –digamos: una new order metafísica, vacía de dioses y en búsqueda de otros–que es atraída en enjambre por una de los frutos que únicamente posee este desierto: el lophophora williamsis, mejor conocido como peyote o hikuri, como lo conocen los huicholes.
nnnnnEl peyote y el hijo consentido del agave, el mezcal, ánimas embriagadoras del hombre, dones a su alcance, en el sentido profundo del don: es decir, en su simple darse, su sencillo estar ahí que no tiene un fin determinado, que no se encuentra para cumplir destinos de ningún Dios, o bien para ayudar al humanismo en su trayecto empecinado hacia el progreso; sí por el contrario, para brindar al hombre, a través de la embriaguez dionisiaca, una puerta de entrada a la comunión con lo Sagrado, es decir, con lo Otro de sí mismo, es decir, con su posibilidad de disolución en el Universo, con su Muerte.


nnnnnEs por ello que resulta de sumo interés el acercarse nuevamente a la obra poética de Manuel José Othón, el potosino, y descubrir que las referencias al desierto, a su entorno, son mucho menos que escasas dentro del corpus poético de su creación. Othón es, paradójicamente, un poeta que tiene una estrecha relación con la Naturaleza. Abundan en su obra los poemas que hacen referencia a ella y además, los poemas donde la naturaleza se convierte en el eje sobre el cual gira el discurso del poema. En su obra de madurez reunida en libro y publicada por él, Poemas Rústicos de 1902, encontramos una voz muy afilada y madura, de fino verso y amplio bagaje clasicista; pero además, se halla ahí el cantor más exaltado y profundo de la Naturaleza de todo el siglo XIX en el panorama mexicano. Poemas como: Psalmo del Fuego, el Himno de los Bosques, Canción del Otoño y La Noche Rústica de Walpurgis, nos revelan a un poeta que no es sólo un simple espectador de la Naturaleza, sino que la habita y la recorre, la vive: pero no la muere.
nnnnnLo diré con claridad: Manuel José Othón es un poeta de hálito metafísico. Esto no representa un jucio de valor en torno a su profundidad y calidad lírica, probada de antemano y recreada una y otra vez en su relectura; sí lo es, desde la dirección que estas palabras apuntan. Othón es un poeta que cree profunda y fervientemente en el Más allá. Para Othón, la muerte es sólo una transición, una fase borrosa del alma en su trayecto hacia su destino salvífico, con olor a agua bendita: el paraíso, el reino de los Cielos. Destino final que es negación de la esencia finita del hombre y de los entes que poseen vida. Othón canta a una naturaleza diferente a la existente en el desierto. Es la naturaleza de zonas más exhuberantes, cercanas a la metáfora del paraíso. Othón niega el desierto: ¿Quizá porque en él veía la lucha definitiva de la vida y la muerte, el reflejo idéntico de una sobre la otra, el paso definitivo de lo que erosiona, una nada activa?
nnnnnLa negación se hace clara en uno de los grandes poemas othonianos: “En el desierto. El idilio Salvaje” fechado en 1904. Este poema, dedicado a su amigo Alfonso Toro, refiere a la pasión generada por un amor fuera de las convenciones de la moral, en un yermo lugar no precisado, pero nominado llanamente como desierto. El poema lo escribió Othón en fervor a una mujer de estas tierras coahuilenses, con la cual sostuvo un idilio al margen de su matrimonio. Al no poder publicarlo sin suscitar sospechas, generó una dedicatoria para su amigo Alfonso Toro, y un primer soneto donde la explica.
nnnnnEn versos logradísimos, Othón celebra y expía, imanta al recuerdo y lo devuelve al naufragio. Es el canto de un amor de madurez, un bálsamo para sus carnes viejas: un amor que, prohibido, desaparece. Es un amor de la Muerte, es un amor del desierto:

¿Porqué a mi helada soledad viniste
cubierta con el último celaje
de un crepúsculo gris?...Mira el paisaje
árido y triste, inmensamente triste.
[i]

Ante la exhuberancia del amor, del cuerpo balsámico de esa mujer de tentación, se opone lo yermo, la lóbrega tristeza del desierto: así es como lo piensa (lo siente) Othón.

Silencio, lobreguez, pavor tremendos,
que viene sólo a interrumir apenas
el galope triunfal de los berrendos.
[...]
En la estepa maldita, bajo el peso
de sibilante grisa que asesina,
irgues tu talla escultural y fina
como un relieve en el confín impreso.
[ii]

La estepa es una maldición: una maldición en caso extremo, nos lleva a la muerte. Othón contrasta la imagen del desierto: ante ella, yergue la imagen de la mujer, de esa talla escultural y fina que se relieva, revelándose, en ese confín árido y maldito. El Idilio Salvaje es el canto de un amor que terminó. En el último soneto de los ocho, en el Envío, dos versos:

Do se alzaban los templos de mis diosas,
ya sólo queda el arenal inmenso.
[iii]

El arenal inmenso: finiquito de un amor pasional, donde irrumpe la erosión de lo que vive. El arenal, el desierto, es la ruina de los templos de las diosas, de los dioses. ¿Metáfora tan sólo de la ruina del amor? ¿Metáfora de un lugar que se parece más a un infierno condenatorio que a un salvífico cielo? Me atrevo a pensar que no. Que el desierto es mucho más, más que lo que teme y rehuye Othón[iv]. Como ya lo hemos dicho: el desierto no es un espacio ni una metáfora de la muerte, no queremos pensarlo así. El desierto es el espacio donde se trenzan ambas, vida y muerte, y sobre este tejido de afirmación acontece el milagro.
nnnnnDesierto: geografía por recorrer, metáfora que se entrega para estar siempre en refundación. Desierto palimpséstico, cuna y corola del milagro. Desierto: metáfora de los tiempos contemporáneos. Metáfora acuñada por Friedrich Nietzsche, nacido curiosamente entre los bosques y valles sajones, y desarrollada a través de la lectura del de Röcken por otro alemán, pero suabo, Martin Heidegger. Es la desertificación del mundo, es la expansión del desierto por la áridez creciente del ser humano y sus sociedades. En Nietzsche el desierto es el espacio que es propiciado por la irrupción del nihilismo en el ámbito del pensamiento, la erosión del pensamiento mismo y de la negación metafísica de la muerte, de nuestra característica de ser finitos. Lo yermo no viene propiamente de una falta de valores, si no más bien, de una petrificación y una sobresaturación de valores, que terminan por volverlos hueso de arena, arenal inmenso. El desierto es el espacio de las religiones fosilizadas, es el destino de las sociedades del progreso que ven al mundo como un objeto para ser explotado, es la cientifización de dios y la glorificación de la ciencia. Es esta noción metafórica y espritual, pero también geográfica: no podemos negar que Occidente está acabando con su mundo e incluso con la otra mitad del mundo. Bien, esta geografía natural y de pensamiento, debe afirmarse, recorrerse y ser cantada.

III

Nietzsche poeta, en sus Ditirambos de Dioniso, dice: Die Wüste wächst. El desierto crece. Para Martin Heidegger en ¿Qué significa pensar?, la desertización (die Verwüstung) es más peligrosa que la destrucción, pues esteriliza[v]. El desierto crece: metáfora del hombre de los tiempos que corren. Del hombre que rehúye al espíritu, que rehúye al habla como casa del pensamiento y como casa del Ser, es decir, del hombre que rehúye a preguntarse por su esencia, por lo que hay de sí en sí. Que rehúye por tanto, al pensamiento, a la poesía, y los niega como el único milagro, como el cactus floreciente en la aridez. Desierto no es aniquilación. Es espera y dificultad para sentir el milagro. Es conciencia de la muerte, y sobre esa lucha afirmación de las posibilidades de vivir. Pero es a pesar del desierto, y por él, que debe alzar el hombre sus trabajos y preguntas, y florecer desde la esencia de lo que lo hace hombre: el pensamiento, que más que tecné o ciencia o pura razón, se acerca a la revelación del Ser a través de la palabra: en los trabajos de la poesía, la espera y la recreación del milagro, el ejercicio de la lluvia desde su canto, el canto de una lluvia imposible que en su decir se hace posible.
nnnnnSeré concreto. El Hombre Moderno desertifica al desierto. El hombre que sólo cree en la razón, en la ciencia y en el progreso expande los desiertos, los arenales. En el otro lado, el poeta, ineludiblemente se ha vuelto un poeta, sino del desierto, al menos sí en el desierto. Él es el encargado de los florecimientos, el vigía de los milagros, el que entiende de la muerte y por lo tanto, afirma su vida, única y finita, sin más allás, desde el canto. No se trata aquí de poéticas, ni de parámetros ni reglas fijas sobre las cuales crear una poesía del desierto. Poética imana a concepto. Concepto imana a Ciencia. Ciencia a Progreso y volvemos a lo más yermo. La poesía del desierto alegra y refresca, nos lleva hacia el acontecer desde su escurrimiento verbal, cristalino, silencioso, y por supuesto, desde su claro florecimiento que es temporal. Que es el instante donde se celebran el mundo y el hombre cuando se piensa.
nnnnnEl desierto de Zacatecas a San Luis Potosí y la poesía que en él se alza. Poesía del desierto y en la aridez de la escasa lectura, en la aridez del poco diálogo con el main stream de las editoriales y los dictados poéticos del centro del país. Poesía a contracorriente, para variar y desvirgar a las costumbres. Manuel José Othón, negó constantemente al desierto y su posibilidad como naturaleza y metáfora y certeza de una muerte permanente; no obstante, este caminante y bucólico nos entregó algunos de los más altos registros de la poesía mexicana, abrió su verso como un milagro, lo hizo florecer, sin darse cuenta, como una flor del peyote en el desierto. En la actualidad altos registros, poesía que se abre entre los cactos y los ardientes rayos del sol, como en la obra de Javier Acosta, Jeanne Karen, Juan José Macías o Laura Elena González, de quien cito estos versos:

Una flor en el desierto.

Posa sus labios en la arena con la costumbre del dolor.

Agua del desierto protege a la flor brevísima.

En el velado roce de un aleteo sin fronteras
los sentidos reverberan,
y oscilantes paraísos condenan la mirada.

La flor aguarda la mañana primigenia de mis ojos.[vi]

Desierto, hogar de nuestras palabras, nuestras vidas brevísimas en la reverberancia de su sensibilia. Hueco de nuestros dioses y nuestros múltiples rostros. Hogar de esta flor donde nuestras mañanas, nuestras preguntas, aguardan.


[i] Othón, Manuel José, Poesías Completas, Comité “San Luis 400”-Ed. Jus, San Luis Potosí, 1992, p. 422
[ii] Ibid, p. 423
[iii] Ibid, p. 423
[iv] Quisiera mencionar aquí, someramente, un poema extraño dentro de toda la obra othoniana, el poema “La Nada”. En este poema, no coleccionado en vida del poeta dentro de libro alguno, Othón otea, como un último vigía en el acantilado de la seguridad metafísica, el océano embravecido del Caos, de la muerte y de la imposibilidad de un mundo posterior a éste. Othón, intuye y devela la Nada, la Nada activa que atraviesa a los entes, los erosiona y los lleva, a través de la Muerte, al estado original, el Caos primigenio, la Nada. Pero este texto es digno de una reflexión aparte.

[v] Cfr. Heidegger, Martin, Was heisst Denken?, Max Niemeyer Verlag, Tübingen, 1954, en formato electrónico.en especial los apartados III, V, VI de su primera parte. En español.
[vi] González, Laura E., Una flor en el desierto.. Publicado en la revista Funes, no. 3, U.A.Z., Zacatecas, 2005, p. 42

miércoles, diciembre 24, 2008

CANCIÓN DE NAVIDAD

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El mercado navideño en Stuttgart y Schiller al medio, hecho piedra del frío.
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CANCIÓN DE NAVIDAD


La casa de mis padres tiene nochebuenas que adornan la escalera.
Hay cervezas Nochebuena en la esquina del librero,
sobre el cual reposa un radio. El locutor abruma,
bebe el pronóstico del tiempo como cicuta del tiempo.
Hay cuatro televisores, tres personas,
un vacío del tamaño del ladrido de un perro,
del ventanal donde la muerte asoma algunas mañanas
para decir: te quiero en la invisibilidad,
hagamos cuentas: la summa mínima de todos tus latidos,
guiñapos que desprendieron del corazón
en anteriores navidades,
donde el único regalo posible
fue la envoltura de la noche a los pies de la mañana,
sin sol,
pero con niños que pasean las bicicletas nuevas,
muñecas tentando ya a las niñas de seis años,
y la amenaza de explosión de la gasolinera de la esquina,
fue más un rumor de sobremesa
que una probabilidad a punto de erupción.

En la casa de mis padres hay cactos,
y uno puede darse un blunt en la terraza trasera.

Regresa la Nochebuena al manantial del alba,igual que cualquier otra.
n
(Este poema pertenece al libro De Maitines a Vísperas, 2008)


jueves, diciembre 18, 2008

Lo que no he dicho es lo que hierve

El año se va. Dos semanas restan y empezamos a cambiar cabañuelas por monedas de azar. Aún adeudo el largo ensayo que hice sobre Othón, el que prometo subir para estos días, antes de que acabe el año 150 desde que vino al desierto. Aún nos falta mucho Othón afuera del Idilio Salvaje, de la Noche Rústica. ¿Quiénes serán los guapos? Entre tanto y tanto, dejo este poema como una treta para no descorchar el solsticio.




Geiser alegre en Yellowstone.



ERA UN CARMESÍ EN OFERTA



i

Escucho el flujo del laúd contra el batir de las hojas. Charco, oído: vibra el crujir del pan en la saliva, juego de serpientes en brama. Oigo un resorte de lava de rebotar en su corriente: medida inconclusa de lo eterno, un simple caminar de una palabra que no llega, ni a la punta, ni al cielo: hipo.


ii

Vine a saborear un haz de sol y me caí. La tarde estaba a pico de mar, novedad que me cruzó la lengua, la moví a tiro de biela y más adentro. Palpo y gusto el pedipalpo de la araña del rincón: me muevo hasta su tela, cruzo una región improbable de certezas y vuelvo al día: el haz, la cerveza, una forma de cortejo el condimento, el mosto: hidra crece al paladar.


iii
Todo lo que miro es lo que mira el cielo cuando azula. Cuanto muere es un puñado de arroz que agita el viento. Cuanto vive es el viento saboreando al arroz, oyéndolo contar sus horas flacas. En el terreno pedregoso de la imagen tiro una pizca de agua que provoca el espejismo. Sereno, hombres tomando su maleta para el viaje, una palabra que no llega a la estación. Lo que fermenta y pudre miro, el resto se lo dejo al sueño.

iv

Y queda por destilar otro molino, la residual sensibilia corresponde a la memoria: lo que toco es un registro en braille del deseo, agujero negro y ave en extinción. Afuera está el humo y lo atravieso, vuelvo al tocar de la mirada, al roce inclinado de la lengua, las caricias prolongadas en el tímpano. Martillo para quebrar la nuez de un dios. Un cuerpo de mujer rompe las vías del tren. Se agita y vuelve geiser. Lo que no he dicho es lo que hierve.

viernes, diciembre 12, 2008

La traducción de las sombras

Bueno, no requiere más explicación este poema. Hace frío en Zacatecas. El adoquín suelta vapor en la mañana, La Bufa ya está hecha una palabra de oro. El verdor a esperar, hasta el primer aviso del final de los hielos. Lo bueno es que el mundo nos impone los ciclos para celebrar. Lo único por reinventar es el nombre de los dioses. Salud.



OCTAVIO PAZ TRADUCIDO POR OCTAVIO PAZ

Un eco solo. Reflejo en estampida,
abre el aquelarre entre la carne y voz.

La ceniza de la fiesta es el coto de caza,
se busca un guiño igual para atar en palabra:
mas todo es movimiento, filo sin mella,
rayo imposible de fijar.

Desde la húmeda oquedad de los primeros:
(el hombre enfermo del aliento del ave,
rostro de ave,
caligrafía,
Galimatías,
del mareo que brota de la víscera bisonte)
Lascaux,
las cosas nacen para hincharse de la muerte,
la letra es resina testigo del proceso.

Ésa es la raíz de la palabra: el cuerpo,
la tensión ceñida del laúd que nos devana,
muslo y gesto,
musgo y signo:
humus de hombre al invocar homofonía.

La voz apareada con la voz:
traer el canto primero, por el camino boscoso,
de la ciudad a las naves,
de la quilla al pulmón de la tormenta,
a la única guerra que debe celebrarse:
la del fuego enfrentando su reflejo incombustible.

Quien traduce amamanta mil fantasmas.

martes, diciembre 02, 2008

LAS VOCES DEL RELÁMPAGO

TabulaEn días pasados se anunció que el Premio Nacional de Ensayo «Abigael Bohorquez», convocado por el Centro Cultural Tijuana y el Fondo Regional para la Cultura y las Artes del Noreste, en su edición 2008, era concedido al libro La experiencia del pensar: filosofía y poesía en Antonio Porchia y Roberto Juarroz, del poeta y escritor (¿hay alguna diferencia?) fresnillense Juan José Macías (1960). Una vez más, este premio se otorga a un autor zacatecano, después de Sergio Espinosa Proa y Sigifredo Esquivel Marín, que lo recibieron en 2006 y 2005 respectivamente. Al enterarme de esta noticia me dio gusto comprobar que la voz de Juan José Macías se afirma, paulatinamente, como una de las propuestas más sólidas, sinceras —y en tanto tal, excéntrica— de la literatura nacional y por supuesto, del ámbito zacatecano.
TabulaEn La experiencia del pensar: filosofía y poesía en Antonio Porchia y Roberto Juarroz, Macías se adentra en los senderos boscosos del pensamiento, el cual, mucho más allá de ofrecerse completo, andamiado, verticalizado en un sistema filosófico, encuentra su revelación más profunda en el decir poético. Al acercarse, —hermanado por la lectura, la admiración y la espera— a dos voces pensantes del abismo como las de Juarroz y Porchia, Macías discurre por algo más que un homenaje o una develación de la poética de aquellos: busca, y quizá encuentra, un reflejo de su búsqueda misma. No se puede escribir sinceramente de alguien, sobre alguien, sin que en lo más íntimo se encuentre un enramado de afecciones y coincidencias. El largo ensayo nos permite ahondar en una noción que se descubre nítida a lo largo de sus páginas: la poesía debe convocar al pensamiento, emerger de él, hacerlo que emerja. Juego síncrono, asíncrono, en el que todo pensamiento profundo deviene paradoja, imagen oscura, mas lúcida. Macías convoca a diversas voces para perfilar a los dos argentinos: Martin Heidegger, Gadamer, Borges, Pániker, entre otros. Al final, la serenidad de su propia voz nos acompaña e invita a la experiencia: la poesía, antes que ejercicio retórico y estridente juego de palabras, es antes un camino que descubre, a lo largo de su andar, zonas de amplia lucidez que sólo pueden acontecer desde el lenguaje. Lenguaje que voltea el rostro a los sinchos de la gramática, la ley moral o el artificio estético, para tornar(se), desde la sencillez en la expresión, casa de la presencia y del Ser.

Hongo en bosque de Polonia

TabulaLa auténtica experiencia poética sería la del pensar. La auténtica experiencia pensante, la de la poesía. Las figuras de los escritores argentinos Antonio Porchia (1885– 1968) y Roberto Juarroz (1925–1975), desde su íntima distancia y su cercana lejanía, nos preñan de esta actitud natural —cercana a lo originario— del quehacer poético sin mayores aspavientos ni pretensiones que el porque sí. Porque sí que es, si es que puede hablarse de ello, la esencia de lo que es. Juarroz admira la poesía, la disposición vital de Porchia, su cuidado. Y aprende en la medida que lo abismal puede ser transfusión. Hace de la paradoja y la reflexión la sombra sobre la cual se apoya su decir, y desde ahí lo limpia de todo accesorio inútil, lo vuelve una arquitectura imposible de derrumbar. Antonio Porchia, autor de un único libro, Voces, que ha visto modificaciones, alteraciones, reediciones, pero siempre desde la pureza del hecho que trasciende toda pretensión estética. Porchia escribe por necesidad. Escribe sólo lo necesario, para colmo. Y desde ahí se denuncia lo innecesario de mucho de lo escrito. Su figura es tímida, retraída, alejada de los avatares de las modas y los círculos del mundo literario. El decir que se desprende de sus Voces escapa a la mera literatura, retorna al decir más limpio, se mezcla con la experiencia de la vida y además, dice más en lo que calla. En sus abismos. Escritura fragmentraria, (ni aforismo, ni máxima: simple voz) que, al contrario de muchas, no piensa en triunfar sobre el olvido y, por ello mismo, lo traspasa como quien salta a la orilla de la playa las olas del mar. La voz, Voces, de Antonio Porchia se ofrecen como se ofrece el relámpago ante el mundo: única forma de traer al Ser a la presencia. La palabra de Juan José nos convida a participar de este rumbo, a diferir de él, a la discusión, al pensamiento. A la práctica de la poesía desde la trinchera de la apertura ante el mundo, y no sólo el retruécano del lenguaje.
TabulaCon este ensayo, que esperemos vea pronta publicación, es posible acercarse a las claves que fundan la última poesía de Macías, como atestiguan con nitidez sus libros más recientes: La expansión de las cosas infinitas (2006), Dos máscaras para Dioniso (2005) y Viene Hölderlin (2005). Poesía que arriesga a una claridad inusitada, que refiere, que hurga en los linderos del poema para preguntarse por él mismo. Lucidez que irrumpe en esta segunda parte de su producción y que difiere en mucho de sus primeros libros, como Sensualineal o Ánima Ascua. El pensar que disloca a la poesía misma, la saca de su artritis rimbombante y retórica, y la trae a madurez por los senderos de la revelación. Encontrar el filo de frescura entre la paja, como reza un verso de él mismo: «supongamos que hay una hoja fresca de eucalipto/ perdida entre la hierba seca». Una obra en expansión que merece aún muchas palabras, necesarias, que acompasen al relámpago.

sábado, noviembre 22, 2008

ENTRE VERSIONES Y SOLEDADES, Charla con David Huerta

Publicado por entregas en Piedra de Sol, suplemento dominical del Sol de Zacatecas.

En días recientes visitó Zacatecas David Huerta (1949), poeta indispensable para comprender el devenir de la poesía mexicana contemporánea, y autor de una sólida obra poética—como hitos se destacan sus libros Cuaderno de noviembre, Versión e Incurable— que conjunta con su labor periodística, crítica, y docente. La razón de su visita fue la recepción del Primer Honor Literario, concedido por la Universidad Autónoma de Zacatecas, el día 3 de noviembre en el marco de la Feria Universitaria del Libro. Durante su estancia hubo oportunidad de convivir con él, de conocer en cercanía su vínculo y su apertura vital ante la poesía, honesta entrega a la palabra y al lenguaje. La siguiente charla aconteció unas horas antes de su partida, y un poco después de visitar parcialmente el museo Manuel Felguérez —debido a las obras de remodelación que en él se efectúan. Recordando el famoso verso de Quevedo, “vivo en conversación con los difuntos / y escucho con mis ojos a los muertos” —a pesar de la confesión gongorina de Huerta— decidimos platicar sobre los difuntos favoritos de David, toda cuenta que una obra se construye en la palabra de los otros, se preña y la difunde, limpia o infectada, en nuevos tonos, altos acordes que reproducen el caminar poético, la tradición. Así, asediando la palabra de Huerta desde la palabra de sus muertos, invitamos al lector de Piedra de Sol a que se acerque a la obra de uno de los poetas imprescindibles de la poesía mexicana del siglo xx.

Daniel Bencomo: Estamos con el maestro, ya entrañable presencia, David Huerta, para platicar un poco en torno a la poesía y en particular a sus filias, sus referentes imprescindibles, sobre los cuales hay materia para horas. David, en estos días comentaste una frase que abre el camino para la reflexión: “la derrota de Góngora es la derrota de la poesía en nuestros tiempos”. Me gustaría que abundaras...

David Huerta: Yo diría que Don Luis no está derrotado, simplemente diferido, confinado, en el purgatorio, y de ahí no hemos conseguido sacarlo. Así están las cosas. Más bien, el aplazamiento de Góngora es la derrota de muchos lectores de poesía que se lo pierden. Es una lástima, aunque hay que reconocer que la dificultad de la poesía gongorina es real, no es un invento. No puede uno decir “es un poeta fácil, léanlo”; no, como dice el maestro Antonio Carreira, si uno quiere subir al Popo, que es un logro gratificante, entonces tienes que conseguir un equipo y botas especiales; ocurre lo mismo con la poesía de Góngora. Si quieres llegar a esas cumbres necesitas estar equipado, estudiar, enterarte de algunas cosas. Pero la gratificación es enorme, como es la vista desde la cima del Popo. Habría que pensar en esos términos, no se trata de que Don Luis de Góngora esté derrotado; está pospuesto, encerrado en una especie de celda de castigo purgatorial en la que lo han puesto los críticos neoclásicos, los lectores impacientes, algunos intelectuales que no reconocen su grandeza, porque no es fácil de ver. Hay una eufonía muy grande en Góngora. Es evidente que la su poesía se escucha muy bien, está bien construida. Yo me atrevería a decir que no ha habido un poeta con un mejor oído que él, pero muchos de sus tonos se han borrado con el paso del tiempo y hay un pérdida; de ahí la necesidad de reconstruirlo, no diría que arqueológicamente, pero sí con instrumentos finos de la filología, de la estilística e incluso de la lingüística. Hay tonalidades de la poesía de Góngora que no es tan, (por no decir a la vista) tan al oído como lo estuvieron para sus lectores y admiradores del siglo xvii. Cuando uno lee o averigua lo que decían aquellos, se sorprende de la verdadera veneración que Góngora había producido en algunos de sus contemporáneos, y se sorprende todavía más, cuando toda esa admiración enorme se fue perdiendo, deshilachando, incluso convirtiendo en objeto de burla, “si tú admiras a Góngora estás loco, si no se entiende”. Entonces la admiración se preserva en unos cuantos corazones y mentes, como los de Sor Juana Inés de la Cruz, algo en lo que yo tanto insisto: el gongorismo de Sor Juana. No es el único autor al que ella aprovecha, pero sí es el principal, creo, en los términos estrictos de la poesía española.




DB: Ayer platicábamos sobre esta división, quizá artificiosa, entre conceptismo y culteranismo, que nos remite nuevamente a Luis de Góngora y a Francisco de Quevedo y la pretendida disputa. Cómo entender que el discurso de un poeta también se revela en su tratamiento del lenguaje, sus disloques, y cuyo ornato y preciosismo que son, al parecer, la razón principal del confinamiento gongorino, también pueden revelar un pensamiento profundo. Confinamiento que también compartiría Sor Juana.

DH: Hay que decir que el pensamiento de Góngora y sus poemas es un pensamiento poético, y no podemos inferir de sus poemas un sistema de pensamiento filosófico o una serie de opiniones políticas. No es un poeta ideológico, incluso una de las cosas que más me llama la atención, siendo como soy un hombre de izquierda, de la vieja izquierda mexicana, es el apoliticismo de Góngora. Su más grande exégeta, el francés Robert Jammes, es un hombre afiliado a la izquierda francesa, y no le hace el menor reparo al apoliticismo de Góngora...¿qué curioso, verdad? uno esperaría de un crítico marxista de la literatura una desaprobación al respecto, pero un hombre inteligente como Jammes, que no pone a pelear su inteligencia con su marxismo, entiende que también es una forma de protesta, es una forma de rebeldía el apoliticismo de Góngora. Pero eso no quiere decir que no tuviera posturas morales, que se expresan claramente en su poesía: entre ellas, su condena dela conquista. Dice con toda claridad en Las Soledades (y eso empieza a abrirnos los ojos respecto a la densidad intelectual y moral del poema) no es sólo preciosismo formal: El capitán de las naves que cruzaron el océano hacia América, no era el mensaje evangélico, sino la codicia (en la primera Soledad “Piloto hoy la Codicia...” D.B.). Esto es un escándalo en la España de los Austria, cómo un hombre ilustrado, esclarecido, condena la conquista, condena el fundamento de ella. Pero, ¿Quién se atreve a decir eso en la España de los Austria? No lo dice Lope, no lo dice Quevedo, lo dice Góngora, es decir, un poeta rebelde.

DB: Y ahí es donde sus versos revelan la lectura de estoicos, de epicúreos. Hay un pensamiento que, si bien no brota en un sistema, está presente, incluso de manera más saludable.

DH: Definitivamente.



Simon Vouet, El tiempo vencido por el Amor, la Esperanza y la belleza, 1627



Donde se prosiguen algunas aventuras del maese Huerta con la poesía y los poetas, mas otros no esperados menesteres, dignos de ser relatados.

Daniel Bencomo: David, continuando con esta vertiente de la poesía, según nos acabas de comentar, ¿qué representa para ti la figura de Sor Juana Inés de la Cruz, cómo abordas su lectura, cómo sientes la valoración que se hace actualmente de su obra?

David Huerta: Tengo que decir que para mí y en general, para cualquier lector mexicano que se acerque a la obra de Sor Juana con los ojos abiertos y el corazón en su lugar, ésta representa la parte más valiosa de la literatura mexicana; no la única, pero sí la más valiosa. Da mucho gusto que sea una mujer la figura principal en la literatura de este país machista, aunque cuál nación no lo es. Sin embargo llama la atención el destino tan disparejo de Sor Suana, que en eso acompañó a su maestro Góngrora, ella también estuvo en el purgatorio poético, y de ahí la rescató un hombre de méritos inmensos, Amado Nervo, con su libro de 1910 que se titula Juana de Asbaje. Gran mérito el de Nervo, que curiosamente,¡ahora está en el purgatorio! Sor Juana subió en la bolsa de valores poéticos y ahora a Nervo lo colocamos entre los trastos viejos de la cursilería. Siempre recomiendo a Amado Nervo a los jóvenes lectores de poesía. A Darío, a Martí, a Neruda.

D.B. : Pareciera que en esta suerte de montaña rusa del reconocimiento y la valoración poética, que también se torna en ruleta rusa, muchos autores, como Nervo, o Manuel José Othón, son relegados, sobre el cual quisiera, una vez más, nos refiereras tu relación.

D.H. : Es una lectura accidentada. En mi biografía como lector, Othón es una lectura escolar al inicio, aunque concí antes algunos poemas suyos que se leían en voz alta en mi casa...Bueno, sabrás que en mi casa se vivía un ambiente peculiar...se leía mucha poesía e incluso había poetas ahí, qué calamidad [risas]. Si me preguntan cómo conocí la poesía, respondo que conocí primero a los poetas antes que a la poesía, que eran unos señores muy simpáticos, generalmente muy cariñosos, muy a todo dar... [risas]. En esto me parezco un poco a Alfonso Reyes, que conoció a Othón en su casa y que le tuvo siempre mucho amor, a él como persona, con el que tuvo una relación muy estrecha, y también como poeta. Los textos de Reyes acerca del Othón poeta inician una revaloración similar a la que inicia Nervo con Sor Juana. La revaloración de Sor Juana sí continúo hasta bien entrado el siglo veinte, se desplegó el sorjuanismo, en cambio no hemos tenido nunca un othonismo en el siglo pasado. Ha habido algunos estudiosos, Marco Antonio Campos ha hecho cosas importantes en años recientes y desde luego la obra méritísima del padre Joaquín Antonio Peñalosa. Para mí Othón es uno de los grandes poetas mexicanos. Su destino está sellado por la desgracia, debido a que no se le considera un precursor; pero eso es precisamente lo que no fue Othón: él tenía su personalidad propia, un poeta singular que merece ser leído con la atención, independientemente de la visión diacrónica que de él se tiene, hay que verlo en su mismidad...







Dibujo de Julio Ruelas, para ilustrar la Revista Moderna, (hacia 1906)



D.B. : Es tal vez un poeta crepuscular, afirmación que puede contrastar con el vitalismo del verso de Othón; crepuscular en el sentido de que finaliza un un periodo de la poesía, pero esa luz crepuscular permite al poeta ver todas las cosas y toda la poesía muy afiladas.

D.H. : Sí, a mí me sorprende enormemente la inteligencia de Othón, que se manifiesta en su destreza formal, primer y último momento en que se manifiesta la inteligencia de un poeta. Los endecasílabos de Othón son verdaderamente maravillosos. Entonces, sus malos humores contra el modernismo y las nuevas escuelas, son muy explicables a la luz de la matriz de su pensamiento poético, que tiene alguna relación con el romanticismo, con la poesía del paisaje, con el simbolismo francés. Creo que tiene alguna relación con un poeta como Joaquín Arcadio Pagaza y que seguramente leyó a Víctor Hugo, a los grandes románticos ingleses, Lord Byron, Shelley. Habría que ir buscando esa perspectiva amplia, queda mucho trabajo para echar a andar en el 150 aniversario de su natalicio, que a todos se nos ha pasado y hemos diferido a Don Manuel José, que es un poeta muy admirable, especialmente en el Himno de los Bosques y la Elegía.

D.B. : Antes de continuar con los poetas que nos ocupan este mediodía, quisera que nos hablaras un poco acerca de la poesía medida. A veces a los versolibristas se nos olvida este fundamento, humus necesario para todo gran poeta; como para todo pintor la base es la técnica, al igual que con el poeta lo es la métrica y la rima. Has comentado en algún artículo que si bien el futuro de la poesía rimada es incierto, pues hay pocos que se la juegan con ella, es importante tambien para los versolibristas “conocer al enemigo”.

D.H. : Sí por supuesto, y muchos caen derrotados por el enemigo y pasan a formar parte de sus filas. Cada uno hace su destino poético. En cuanto a la métrica, desde luego se trata de cuestiones técnicas en un plano determinado, que sería el escolar, pero yo diría que hay una inteligencia depositada en el manejo formal, pero más todavía en el manejo formal de las palabras, de los sintagmas, las estrofas. Es muy interesante lo que ocurre en determinado momento, cuando nos preguntamos qué contenidos ponemos en los vasos de la métrica...eso no importa. El contenido no importa, la significación es el peor enemigo de la literatura y especialmente de la poesía. Lo que importa es la forma. La significación es la amenaza de la poesía, el contenidismo. Sí queremos decir cosas, sin duda las decimos, no podemos evitar el arrastre semántico del contenido de las palabras, su carga connotativa, etc. Veamos las cosas con calma, en santa paz, pero hagámonos cargo de que el problema es la forma. Ella es el verdadero demonio que tenemos que derrotar. Tanto para los versolibristas, de los que yo formo parte, como para quienes se ocupan de escribir con metro y rima. O con puro metro, hay muchas posibilidades. Piedra de sol, un poema tan celebrado, está escrito en endecasílabos sin rima, en verso blanco; hay que tener los ojos abiertos a ello. Muchas veces los versolibristas se colocan por desgracia en la retaguardia de un romanticismo muy chirle, pues piensan que lo que importa es expresar mi sentimiento o mi pensamiento; pero lo que importa es que cuadres bien tus versos, que tú, inventes pautas, regularidades, el arte está hecho de regularidades. Como los organismos vivos, si quieres que el poema esté vivo, trabaja con esas regularidades, simetrías. Si quieres saber cómo se ha hecho bien, vuelve a la poesía clásica o tradicional del siglo XVI con Garcilaso, Fray Luis de León y más adelante con Darío, o Neruda, cuyo fondo métrico es evidentemente clasico. Neruda reelabora la poesía tradicional, con su estilo inventa formas para reelaborar los módulos compostitivos con una gran originalidad, quiero decir, no innova mucho: en eso consiste la gran originalidad. No romper todo y armar un desbarajuste, sino establecer una serie de estrategias ante la tradición. Si la vas a ignorar tienes qué saber porqué y como, o si la asumes, tienes que saber porqué vías. Si prefieres a San Juan o a Fray Luis, Milton o Dante; tu postura frente a la prosa, si la entiendes como lo hace Darío en Prosas Profanas o como la novela comercial. Hay un montón de trabajo por hacer en la mente del poeta y en su mano escritora. No hay nada por hacer, sólo que el poeta es un despistado y se dedica al verso en lugar de estar especulando en la bolsa de valores. Pero si se está metido en esto que sea con compromiso.


Donde concluyen las aventuras y entuertos del maese Huerta en los manchegos campos de la poesía, registradas por un escudero vil, junto con otras finezas.

D.B. : Quisiera preguntarte ahora por la figura vertiginosa de José Carlos Becerra. ¿Tuviste alguna relación personal, hay ecos de su obra en la tuya?

D.H. : José Carlos es como un hermano mayor. Lo vi de lejos un par de veces, y también trabajando con un grupo de poetas jóvenes en una sesión de taller universitario, a la que él asistió. Él era muy joven entonces, pero para nosotros, de diecisiete o dieciocho años, era ya un poeta mayor, con publicaciones, que tenía ya un reconocimiento. Estaba a punto de emprender el viaje a Europa. Murió en Italia, en Brindisi, en el mismo lugar donde murió Virgilio, cosa que a nosotros nos pone muy emocionados, qué pasa ahí, qué quiere decir eso, una muerte llena de simbolismo y muy conmovedora. Me da tanta pena ver ese libro de Siglo XXI , “Poesía joven de México”, porque ya se ha ido gente entrañable. Alejandro Aura, Raúl Garduño, José Carlos Becerra. Con los tres tenía una relación muy fraternal, pero diferente. Con José Carlos era un hermano distante, con mucha autoridad, con muchas vías poéticas con las cuales yo me podía identificar, al igual que lo hicieron muchos otros de mi generación. Alejandro Aura fue una figura muy cordial, llena de frescura. No me identificaba tanto con él poéticamente, pero creo que a lo largo de la relación poética y personal que tuvimos, fui capaz de reconocer que lo que él hacía era muy valioso, aunque no se pareciera a lo que a mí me gusta cuando leo. Sin embargo, podía reconocer los valores que hay en la poesía de Alejandro. En el caso de Raúl Garduño, me cuesta más trabajo decirlo, pero su muerte me dejó devastado, como otros amigos que se dedicaron a la poesía pero que poco se habla de ellos. No quiero ponerme sentimental, pero sí los recuerdo con mucha tristeza. El único poeta que queda vivo de aquel volumen es Leopoldo Ayala, que hasta donde tengo noticia, ha dejado la poesía por la paz. Es el único que vive de esos cuatro antologados.

D.B. : Al hablar de José Carlos Becerra y Garduño, es inevitable hablar de uno de los poetas con el que tienes una relación muy estrecha, al cual le has dedicado mucho de tu tiempo, una antología como La muerte de Narciso, que es José Lezama Lima, ¿Qué representa Lezama para ti?

D.H. : Es un poeta que representa un problema continuo. Al mismo tiempo es una fuente casi inagotable de gusto y de sorpresas y de emociones intelectuales y poéticas. La escritura de Lezama es fronteriza. Era un loco inmenso, oceánico. Cuando quise preparar un libro para la imprenta, que se publicó en 1987, le puse un título que venía directamente de su lectura. Para disgusto de muchos amigos míos, esteticistas, que me dijeron “qué horror” cómo le quieres poner así a ese libro”, se iba a llamar Caldo. Me acuso de debilidad, pues le cambié el título por la presión de la sociedad poética (risas). Se llamó finalmente Incurable. Pero se iba a llamar Caldo. Precisamente por los caldos criollos de Lezama,y porque esa palabra en México tiene muchos sentidos: eróticos, gastronómicos, curativos; es un italianismo que quiere decir caliente. Me encantaba su riqueza de sentidos, pero fui derrotado por los esteticistas que me decían: “es un horror, esa palabra para un título de un libro, te vas a hundir tú solo”. Ahora pienso que hice mal, me habría gustado hundirme con él. Ahora me hundo con un título bonito, que es Incurable. De todas maneras me hundí (risas).




Fragmento de Árbol de la vida, artesanía michoacana.



D.B. : Cambiando un poco la vocación de las preguntas, quisiera preguntarte por una figura que a partir de los años ochentas irrumpió y ahora ha vuelto a la discusión, que es la figura de Ulises Carrión.

D.H. : Debo decirte que no tengo mucha idea de él. Vi algunas cosas que hizo sobre las coplas manriqueñas, pero literalmente sólo las vi, y me dije “debo ser un bruto porque esto no me llama la atención, no me entusiasma, no me dice nada”. Son mis limitaciones. Tengo una manera de leer las coplas que aprendí de los grandes maestros, Pedro Salinas, Claudio Guillén, los filólogos comparatistas poetas. Sé que Carrión entusiasma a muchos poetas jóvenes, como uno muy inteligente como Luis Felipe Fabre, que le dedicó un ensayo muy interesante a Ulises Carrión, y espero no morirme sin entender los dones de la obra de Carrión y estudiar los asedios críticos de Fabre.

D.B. : Pareciera que los poetas se mueven a orillas del Leteo, a veces se mojan los pies en él, otras se alejan y toman distancia del olvido. Por giros muy interesantes, muchos de los olvidados vuelven a ser leídos, se reincorporan a la tradición vía las nuevas generaciones y obtienen nuevo reconocimiento y ediciones. Como Gerardo Deniz. ¿Cómo es tu relación con el poeta y su obra?

D.H. : Antes que nada es una relación personal. Pero ya que estamos aquí te comparto algo que a mí me da mucho: Ayer crucé por la calle Roberto Cabral del Hoyo, aquí en Zacatecas, y entonces se me vino una gran emoción. Estoy muy sentimental, tendrás que acomodar las cosas (risas). Conocí a don Roberto en las oficinas del Fondo de Cultura Económica, en los mismos días que conocí a Gerardo Deniz, cuyo nombre real es Juan Almela. Para mí están unidos en la memoria, en mi andadura vital. Entre ellos tenían una amistad muy grande. Hay algún poema de Deniz dedicado a Cabral del Hoyo. Es de su poesía juvenil, aunque Deniz empezó muy tarde. a los treinta y tantos, gracias a los buenos oficios de Octavio Paz. Si hoy conocemos la obra de Deniz, se debe en parte al estímulo que le brindó Paz, en sus primeros pasos en el mundo poético, pues el quería ser químico o músico. Decía, de una manera que incomodaba a muchos colegas: “si la poesía es la quinta o la sexta de mis vocaciones, no es la primera; yo soy científico del dato duro”. Es un hombre portentoso, lo he tratado durante casi cuarenta años. Gran amigo, de una sabiduría inmensa y malos humores nietzschieanos, muy frondosos y saludables. Siempre dice lo que piensa, en este mundo donde eso no se acostumbra. Un hombre de absoluta ruptura, no ha comprado ninguno de los valores en circulación, ni los prestigios. No le ha ido muy bien, aunque poco a poco se le otroga el sitio que merece como uno de los grandes poetas de la lengua española. Tuve la oportunidad de presentar a uno de mis grandes maestros, Antonio Carreira, con Gerardo Deniz, y asistí a sus maravillosas conversaciones que no versaban sobre poesía, sino sobre música, dos melómanos feroces. Me habría encantado grabarlos (risas). Carreria ha estudiado algunas zonas de la poesía de Deniz. Se podría hablar largo rato de Deniz.





D.B. : David, ya para finalizar, ¿cómo ha sido esta última visita en Zacatecas, qué experiencia te llevas?

D.H. : Tenía mucho tiempo sin venir, aunque me gusta mucho la ciudad y la he disfrutado. Está llena de amigos, he conocido gente nueva. Para mí viajar es una manera de refrescarme. No es un viaje corto, pero regreso a la ciudad con las pilas llenas. Me sentí muy bien tratado por la gente, por la Universidad, por los jóvenes en el coloquio literario. Fue una emoción muy grande. Me quedo con unas ganas enormes de volver, de trabajar con la poesía de este lugar.

miércoles, noviembre 12, 2008

Un poema Lipista


ANTE EL DESPACHO IMPERIAL

Los funcionarios desatan mi enojo.
Entre ires y retornos,
papiro so papiro mundo entintan.
Acumulan registros,
toman nota de la muerte.
Un examen riguroso aplicaron,
y ya están en barbas del que manda.

Ni un millón de signos iguala el don
del vino, la fuerza de agua y viento.
El emperador olvida en su poder
el efecto curativo del laúd.

Sobrinos de Confucio,
la vida es como una onda en el agua.
Se diluye en el tiempo,
no se aprehende en el tiempo,
como el relincho del corcel de aquel hombre.

lunes, noviembre 10, 2008

De Maitines a Vísperas.



Un comentario de Antonio Reyes Cortés sobre el libro "De maitines a vísperas" puede encontrarse en la siguiente dirección:




viernes, noviembre 07, 2008

EL DISPARO


EL DISPARO


A David Huerta




Evito leer en tus palabras el hueco de un más.
Me cuesta, como sufre el leproso el blanco resplandor de sus manos.
Oscilo entre el poema y la carne débil de la iglesia, ambos frente a casa.

Hay un mar que se tiende desde ahí, pan para el hambriento. El cuerpo del agua muere donde los pájaros callan, ceden el lugar de su hambre para el hambre de otro dios.

Escribo al margen de tus letras.
Simplifico la versión de un cazador en furia, que ha estallado su arco.
Él busca en ti, se agita desde el pómulo mineral de mi rostro. Dispara.

Los viandantes, (ruido de la espuma chocando contra el cerro), descansan como un animal herido, que espera el sueño del alivio para ser vulnerable.

Dejaremos como ofrenda el disparo, quemándose al aceite de su eco.
El arma está bajo cualquier árbol, y los jóvenes que pasean de noche, la usarán mejor como un arpa.

lunes, octubre 27, 2008

De Proceso o de las tardes caídas bajo los garfios ardientes del otoño

El día de hoy apareció publicado en el prestigioso semanario Proceso un artículo de investigación periodística de mi carnal Jesús Navarrete Lezama. Versa sobre los manejos oscuros y el apoyo sin mesura del gobierno estatal potosino al equipo de fútbol Gladiadores de San Luis. Siempre es motivo de jolgorio cuando los cuates publican algo, y, aunque en este caso se trata de su labor reporteril, que complementa muy bien su desarrollo narrativo en ascenso, no me queda más que felicitar enormemente al queridísimo Chuy. Por ello les comparto un poema dedicado a él, Vespertinos para chuy, y que está incluido en De maitines a vísperas.


Para introducir una coincidencia hermosa, hace algunos días releía al enorme poeta andaluz Pedro Garfias (al que sí, le debo unas palabras más precisas y generosas) y encontré un potente verso suyo, del poema Angelus:


La tarde se desangra como un gladiador.


Garfias, que antes de encontrar nicho para su exilio en Monterrey, dispersó versos de hierro dulce por las polvorientas cantinas de aquel San Luis.



VESPERTINOS PARA CHUY


I (Soneto roto)

¿Recuerdas cuando se perdió la bacha?
Ardía en la piedra, en la coraza
del silencio allá arriba, nuestra hacha
para ver al cerro en plena brasa;

un rojo de sol trenzado en la muchacha
nos unía, medusas de la mar en Gaza,
(desierto similar), con pupila gacha
mas abierta, para ver del día la masa

y el yo de la ciudad, del horizonte
espina y astro, como un arco de plomo:
nos abre en la garganta un brillo, cromo

de nacer en la palabra duda. Y volver cansados.


II
With the birds I share this lonely view…
Red Hot Chilli Peppers



Recuerda el patio en su matriz de luz,
la sombra que corona el pecho del guayabo.
La trayectoria del olor frutal
es helicoide. Ahí se abre el deseo a los animales fantásticos:
los que usan la saliva como antorcha,
y oscurecen el rincón más claro de sus cuerpos.
Con ellos compartimos el aroma, el lengüetazo bífido del sol.
A lo lejos, muy arriba, un disparo de aves migratorias.
Su formación revuelve las frecuencias del corazón.
Viajan hacia el sur, para inflamarse el vuelo
con el polen del otoño.
No se distingue si son grullas, cigüeñas o
imaginación del viento en tornasol.





sábado, octubre 18, 2008

ANDANZAS

Ayer viajé de regreso de San Luis Potosí a Zacatecas. La tarde caía, la carretera no portaba amenazas, pero era verde en sus costados. El semi desierto cantaba y hacía eco en las nubes de tintura indefinible. Viajábamos y el poema caía en su fondo de piedra.


Foto: Chino



ANDANZAS


Sobre las nubes cae la luz, como una improbable jaula que las ciudades desconocen.
En el camino, en la velocidad del viento, mohoso andar del ave,
todo viaje es un rodeo por la locura.
Al viajar se extingue la región de certezas, y brotan milagros sobre su cadáver.
Manar de rocas: el silencio es más grande para quien hurga en su ofertorio animal,
y extrae una proeza, un paso de garra, un equilibrio.

Hay pueblos que se dejan atrás a golpe de neumático. Las miradas que se cruzan con viandantes, explotan una y mil veces en los rescoldos del sueño. Cuando se sueña animal sobre el ascua del tiempo, se abre el mundo, se rompe la vaina de la Historia.

Se escucha en la radio un relato del 68. París, Praga, Tlatelolco: octubre es una garza que atraviesa con su pico los peces dorados del recuerdo, que alza el vuelo tan inoportuna
como una herida. En este silencio demorado, violeta raja en el crepúsculo, pienso
en el cerco de ceros que me aparta de todo.
Cuando la Historia se cambia las máscaras, y baja el arma herrumbre del testigo, en ese entresijo dinamiza la palabra. El hombre es flor de medianoche, rumba de zángano, es equilibrio y mosto de lo más febril. Sólo ahí se encontraría un poema.

Tanto ha llovido, que algunas piedras optan por disfrazarse de sombra y cantar solipstistas.
Los cactos, el amor abierto de sus horas de espina, luce por lo pronto un verde autista, muy rotundo. Se abren altos tallos de yerbas malas, acuñan flores de fin.
Un par de horas al volante y pronto llegaremos; la noche ya engulle los mendrugos del sol.

En las urbes se esconde nuestro panteón personal. Vuelan los dioses, hallan refugio tras el caracol donde guardamos la voz. Se fermentan. Lo que pasa en el camino es suyo propio y se esfuma igual que polvareda, prima del eterno retorno.

domingo, octubre 12, 2008

¿HACE FALTA UN ESPEJO?

El retrato de sí mismo es un motivo recurrente en la historia de la pintura occidental. A partir del Renacimiento emergen obras que conmueven y asombran por distintos motivos; ya sea el manejo del color, el juego del espacio en el que se desenvuelve la figura del artista, la fuerza en la expresión. De cualquier manera el autorretrato vuelca al artista, desde una oscuridad abismal, hacia una proyección determinada, poderosa e igual de ambigua que la misma penumbra. Quién no recuerda, por mencionar sólo algunos, el cuadro memorable de Diego de Velázquez, Las meninas, o aquél otro de Goya, La familia de Carlos IV . En ambos, la figura del pintor emerge como un alteridad improbable para convertirse en una figura perturbadora y brillante, que transgrede desde el fondo de la imagen, ocupada en primer plano por la Corte. En los dos siglos que nos preceden, encontraremos pinturas que se colman de patetismo, y hacen evidente el esfuerzo del sujeto por asir su figura, y plasmarse después en la superficie pictórica: Van Gogh y sus retratos con la oreja vendada o bien, la cruda imagen de sí que proyecta Lucian Freud. Es sin embargo con Francis Bacon, donde contemplamos una batalla angustiante: hay una imposibilidad de encontrar una imagen determinada del «yo pictórico»; el rastro sanguinolento de esta lucha se revela en sus cuadros, donde su rostro aparece movido, deforme, revuelto en las corrientes del óleo, inasible, invisible.[i]

Autorretrato, Bacon, Francis

Para el pensador francés Clement Rosset[ii], el autorretrato del artista pertenece a una clase de ilusión psicológica, que tiene como intención el construir una imagen «fija» del Yo, que pueda brindar certeza de sí mismo. De esta manera se eleva un parapeto que protege al individuo de lo Real —siempre cambiante, único, azaroso—, y de la evidencia de que el espejo nos muestra algo que no es del todo cierto, sólo máscara que apenas alcanza a contener lo que detrás ya se desborda. Uno de los autorretratos de Albrecht Dürer (1471–1528) apoyaría lo anterior, al verse desdoblada, en fundición perfecta, la imagen del pintor en la de Cristo: duplicación divina y protectora. Por el otro lado, Rosset menciona que el caso más ejemplar de la renuncia a la duplicación pictórica —ilusoria, falsa, metafísica—se encontraría en un cuadro del flamenco Jan Vermeer (1632–1675), que se conoce como El taller del pintor. Vermeer declina pintarse a sí mismo y se representa de espaldas: es el artista consciente de la farsa ilusoria; se quita la máscara y nos muestra el lado más oscuro, sus espaldas: lo que cada individuo es, y nunca alcanza a ver, salvo por mediación de algo/alguien más. Se comparta el rumbo al que apunta el pensamiento de Rosset o no, el cuadro de Vermeer constituye un hito en la historia de la representación, además de una joya en cuestión de luz y preciosismo.


El taller, Vermeer, Jan

Dentro de los lindes neblinosos de la poesía, los autorretratos son menos frecuentes que en el arte pictórico, mas no escasean. Lo primero que se viene a la mente es que, en todo caso, toda la obra del poeta sería su autorretrato, una huella humeante de su Yo, frente a los nichos que se abren entre palabra, sentido y silencio. O de lo «otro» de su yo: el poema como testamento de una huída —aunque no sabemos si la huida de la errancia lírica, o el distanciamiento firme de la locura le son posibles. De cualquier forma, poemas que se declaran autorretrato no abundan, y la intención inicial de estas líneas era compartir cuatro de ellos. El primer Retrato corresponde al gran poeta español Antonio Machado (Sevilla 1875–1939), que está incluido en el libro fundamental Campos de Castilla. Hundido como espada en la memoria, a manera de declaración de poética y despedida, el verso sencillo nos lleva a la experiencia del tiempo y el existir de Machado: «¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera/ mi verso como deja el capitán su espada:/ famosa por la mano viril que la blandiera,/no por el docto oficio del forjador preciada/ [...] Y cuando llegue el día del último viaje,/y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,/ me encontraréis a bordo ligero de equipaje,/ casi desnudo, como los hijos de la mar».[iii]
Adam Zagajewski (Lvov, 1945) en su Autorretrato, traza el boceto desde el estar cotidiano, mientras pregunta por su Polonia, de la cual lo separa el exilio. Las ciudades ajenas, el amor de su mujer, las conversaciones con su padre están presentes; al final alude a Machado: «Entre ordenador, lápiz y máquina de escribir/ se me pasa la mitad del día.[...] En la música encuentro la fuerza, la debilidad y el dolor,/ los tres elementos./El cuarto no tiene nombre./ Leo a poetas vivos y muertos, aprendo de ellos/ tenacidad, fé y orgullo. [...] Mi país se liberó de un mal, quisiera/ que le siguiera aún otra liberación [...]No soy hijo de la mar, como escribió sobre sí mismo Antonio Machado,/ sino del aire, la menta y el violonchelo, y no todos los caminos del alto mundo/ se cruzan con los senderos de la vida que, de momento/ a mí me pertenece»[iv].
Una experiencia vital de sencillez y contemplación, en alto contratse con el ajetreo de la modernidad —al tiempo que deja entrever su amor por los latinos epicúreos y estoicos—, es lo que Juan Antonio González Iglesias (Salamanca, 1964) establece en Autorretrato como asceta inconsciente: «Desconozco las marcas de los vinos más caros./ Ungaretti es la única denominación/ de origen que respeto. [...]Algo hay/ de revolucionario/ en la felicidad del silencioso./Me muevo en los extremos invisibles. [...] Fuera de aquí no logro/ explicarme. Además de torpe,/ soy un asceta inconsciente».[v]
¿Miente el poeta? Puede afirmarse y al mismo tiempo decir no. La ambigüedad de la poesía le permite revelarnos un fragmento de sí; proyección que dice ser sincera mientras por el reverso nos sonríe silenciosa. En tanto que no hay verdades y mentiras, la palabra poética celebra contundente la vida y nos transmite un algo del autor, en cercanía con sus claves para inquirir el mundo y sus enigmas. Así, el pasado viene a incinerarse en el presente, mezclado y vuelto mosto, humedad de muerte y vida, en el canto; como en el desenfreno carnal de juventud y el transplante del trópico al desierto, que hacen cuña en el poema de Julián Herbert (Acapulco, 1971) Autorretrato a los 27:[vi] «Yo era un muchacho bastante haragán/ cuando me asaltaron las circunstancias/ sábados y domingos cantaba en los camiones/ ahorraba para unas botas Loredano/ y besé a dos/ no/ a tres muchachas antes de mudarme a esta ciudad» Más adelante, el salto mortal de la mudanza y la pubertad a la poesía: “también pienso en este poema/ que hace 27 años se fragua dentro de mí/ y nunca termina /nunca dice las palabras exactas/ porque es igual que yo/ un muchacho bastante/ haragán una verdad fugaz como todas las verdades». ¿Hace falta un espejo?

(publicado en Piedra de Sol, suplemento dominical del Sol de Zacatecas)
[i] Algunos de estos cuadros pueden disfrutarse en el libro 500 Autorretratos, Phaidon Press, New York, 2004.
[ii] Cfr. Rosset, Clément, Lo real y su doble, Tusquets, Barcelona, 1993
[iii] Machado, Antonio, Poesía, Alianza, Madrid, 2007
[iv] En Zagajewski, Adam, Poemas escogidos, Pre Textos, Valencia, 2005
[v] Lo halla usted en González Iglesias, Juan Antonio, Un ángulo me basta, Visor, Madrid 2002
[vi] Puede leerse en Herbert, Julián, El nombre de esta casa, Tierradentro, México, 1999

jueves, septiembre 25, 2008

Como siempre, el otoño nos sorprende. Este año ha llegado con los pies inflamados de agua, con goteras en las casas de débil corazón; en Zacatecas un viento frío adorna los árboles de la Bufa, acompaña a los músicos nocturnos en su travesía de bar en bar, baratos y alegres a pesar. Rilke escribió el siguiente poema para recibir al otoño algún día entre 1902 y 1906, sus primeros años de libertad y viaje, testamento de algún paraje entre París o Roma o algún pueblo danés o sueco. Comparto con ustedes una apresurada, aunque cariñosa y muy a propósito, versión:

HERBSTTAG

Herr: es ist Zeit. Der Sommer war sehr gross.
Leg deinen Schatten auf die Sonnenuhren,
und auf den Fluren lass die Winde los.

Befiehl den letzten Fruchten voll zu sein;
gieb ihnen noch zwei südlichere Tage,
dränge sie zur Vollendung hin und jage
die letzte Süsse in den schweren Wein.

Wer jetzt kein Haus hat, baut sich keines mehr.
Wer jetzt allein ist, wird es lange bleiben,
wird wachen, lesen, lange Briefe schreiben
und wird in den Alleen hin und her
unruhig wandern, wenn die Blätter treiben.


DÍA DE OTOÑO

Señor: ya es tiempo. Fue enorme el verano.
Sobre el reloj de sol vierte tu sombra,
y suelta el vendaval sobre tu suelo llano.

Ordena plenitud al final fruto;
dos días de tibio sur otorga en trino,
lleva su pulpa a madurez, bruto
el jugo inyecta en el pesado vino.

Quien no posee morada ya no erige.
El que solo vive, así estará buen rato,
haga cartas, lea, lo débil lo cobije
y divague en las calluelas sin recato,
cuando el vaivén de la hojarasca rige.

lunes, agosto 11, 2008

Un poema

CANALES EN FLAMA

Vermeer, qué harías con esta luz que inflama la cocina. Los bordes secos del cilantro arden, una cebolla morada y de leche vieja un trozo, se disputan el orden del olor . Hay un hombre que calienta café, hurga en la ventana señales del día anterior, punto y coma de los grillos. Se sienta y escribe: está imitando el brote de lo real , mientras trae al recuerdo finas manos de chelista o cauces de agua puerca de canales en flama, flamencos. La luz se desperdicia y pudre en los rincones. Volverá ya hecha rama seca: la garganta de un niño corre el empedrado de sus primeras palabras. El día de hoy no hay angustia, Vermeer, sólo alimentos que ofician un humo de oráculo: todo se consume y arruga –hueso menos polvo igual a vida–; este brillo cruza el puente de mañana en mañana.

sábado, agosto 02, 2008

Oscilador puesto en Caos.




El jueves pasado presentamos el número 17 de la revista Puntos suspensivos, que está dedicado a la poesía en lengua alemana producida durante el siglo XX; las versiones en español fueron hechas por mí. Como es una publicación con fines de difusión de la poesía, es gratuito -aunque Puntos suspensivos siempre tuvo un precio menos que simbólico de $5. Si viven en Zacatecas, pueden conseguir un ejemplar en el Centro de la Gráfica, muy cerca de la Fuente de los Faroles. Más adelante les informo dónde más podrán conseguirlo. La portada por cierto, es una imagen del pintor Ignacio Vera Ponce; si no les gustan los poemas/las versiones, una muy buena opción será convertir la portada en afiche. Por lo pronto, incluyo aquí la versión del poema Zungenwerk - "Obra de la lengua" del excelente poeta Hans Magnus Enzensberger, que viene incluido en la pequeña muestra recién publicada.



Zungenwerk

Dein seltsamer, stockender Singsang,
jahrzehntelang fortgesetzt,
und der Singsang des Andern –
Flüstern, Summen, Keuchen, Stammeln –
wirre Wirbelstürme im Luftmeer:

Der gewandteste unter den Muskeln,
die Zunge allein – denke dir
eine einsame Zunge,
die sich vor dir auf dem Teller windet –,
die Zunge allein tut es nicht.

Seufzen, Murmeln, Schreien und Radebrechen –
»Qui la sua voce soave«, »Zu Befehl«,
»London Interbank Offered Rate«,
oder Verwickelteres
wie Koran oder Kosmologie:

Da geht es nicht ab ohne Blasebalg,
Ansatzrohr, Resonanzhöhlen;
da werden Knorpel gedreht, gekippt;
Deckel heben und senken,
Öffner und Schließer

spannen sich und erschlaffen,
Fasern, Membranen werden erregt,
immer so fort, innen,
im Andern, arbeitet es,
es arbeitet, innen, in dir:

eine Polsterpfeife, ein Zungenwerk,
unberechenbar, schwer verständlich,
ein chaotischer Oszillator,
immer so fort, bis ihr versteht,
oder bis euch die Luft ausgeht.






Obra de la lengua

Tu canto extravagante y pleno en duda,
prolongado por décadas,
y el canto del otro –
cuchichear, zumbar, jadear, balbucear –
caos de flujo vertebral en mar de aire:

El más certero entre los músculos,
la mera lengua ­– imagínate
una lengua solitaria,
ante ti serpenteando sobre un plato –,
la lengua sola no hace nada.

Suspirar, murmurar, gritar y hablar cortado,
»Qui la sua voce soave«, »a sus órdenes«
»London Interbank Offered Rate«,
o algo más embrollado
como cosmología o Corán:

Nada se desprende sin un fuelle,
tubos de sedimento, grutas de resonancia;
entonces cartílagos se rompen, volcados;
se alzan y hunden tapaderas,
compuertas y válvulas

se tensan y relajan,
son excitadas fibras y membranas,
siempre de nuevo, por dentro,
en lo diferente, trabaja,
trabaja, por dentro, en ti:

una pipa de reposta, una obra de lengua
incalculable, difícil de entender,
oscilador puesto en caos,
siempre de nuevo, hasta que ustedes entiendan
o el aliento se les vaya.


****

Hans Magnus Enzensberger (1929 -)

Vio la primera luz en Kaufbeuren /Allgäu. Hizo estudios de literatura, filosofía e idiomas en Hamburgo, Erlangen, París y Friburgo. Los rasgos principales de su quehacer literario son, desde sus inicios, una amplia sensibilidad para observar el desarrollo y tendencias de la sociedad, una búsqueda diferente al lirismo tradicional y el balance que busca entre el hombre y el poeta. Enzensberger representa al autor y crítico flexible y multifacético. Ha sido también antologador, editor y traductor. Ha recibido diversos reconocimientos, como el Georg Büchner Preis en 1963 y en 1994 la condecoración cultural de la ciudad de Múnich. Ha publicado, entre muchos otros: Defensa de los lobos, Furia de la desaparición, Música del Futuro y Kiosko.

lunes, mayo 26, 2008

De lo imperfecto de la certidumbre

Hoy he despertado ebrio. Salí a caminar, compré una cerveza para, por vez primera, poner a prueba el postulado aquél que reza: no deje Ud. a la cruda abrirse en sus entrañas, aléjela y convenza a su intestino de que la embriaguez no. No. La embriaguez no debe ser lo extraordinario, perdónese lo Nietzsche tan frugal que anida en mí. Mas la embriaguez, como hasta ahora reza el dicho y menos suficiencia, debe ser cuestión del día a día. Día: hora de mutar definiciones y derrumbar al concepto. Veámonos sólo en la palabra. Cambiemos hasta la médula del sol nuestros conceptos, y venga el corazón abierto a la deriva.

Esto no es Zacatecas. Y sí. Un poema y sólo.

POR UN LADO DEL AGUA (Anzuelo para bucólicos)


Nadie lo enseñó mas lo aprendimos: ni error ni acierto, todo flotaba en el aire, como los árboles arrancan a la tierra sus acordes más tibios.

Ah, de los árboles la vocación imperfecta: cantar lo que los aires silencian. Entre ellos, en el latido atlético de amores poco honestos, creíamos aún en el montaje: como fieles maitines, deséabamos pertenecernos, el uno al rezo del otro.

Ya verás, ni la noche se acaba en las orillas del lago, ni la luna pertenece a la mirada del lago, como dos cuerpos no se poseen, no son uno del otro, salvo en el instante en que lo par no existe: una moneda lanzada, dos caras en el giro de un beso, abriéndose paso entre los aires del azar.

El susurro de un árbol: el azar no entiende de lealtades, y la mirada sólo crece donde se ahoga la memoria. Ahí aprendiste a desamar.

Una noche de lluvia, un olvidar entre la hierba los silencios del agua, y la mujer que fragua sus amores en un todo nuestro. En el otro del nosotros el corazón deriva.

Pero qué termina en el naufragio. El deseo es una cadencia que revive en toda carne, lazarina y primavera, como una flor hace sudar al último deshielo del año.

Solos. Sin dos o tres puntos, no identidad tampoco espera. Echados a volar en el dorado giro del fuego, deshilando la primera elegía para amanecer en la arena.

martes, mayo 06, 2008


Uf...el tiempo pasa algo rápido y ya es mayo de 2008 y Zacatecas tiene ganas de alzarse en los hombros de esta bruma primaveral y hace tanto que no se publica nada en este blog...ya no prometo, pues en el prometer no está el dar, así que por ahora entrego un poema, y ya no digo más.

NO ES
para José F.A. Oliver

Pasan los años y el lacónico me gana. Lacaniano, lacónico,
platoniano hecho de plata. Me descubro entonces
menos lejos de mí,
pero a la grave distancia entre el asceta y el arco.

Donde quisiera estar no sé si estoy:
en el centro del devenir se desparrama el pasado.
No imagino a donde y cómo voy,
hay humus de Lisboa sobre mi piel decantado.

Mas no es el Tajo el que inunda mi vacío,
-producto matutino, seca hechura-: es el desierto
y su amenaza de libélula, su brama reposada y
sus cadenas en mi verso.

A orillas del corazón está la espuma más espesa.
Y no se ascienden escaleras ahí,
sólo hay que detenerse en un peldaño:
mirarnos subir nuestro camino hacia abajo.

Eso no es melancolía.